La muerte del viejo bar

En un grupo de temas gastronómicos, por asi llamarlo, compartieron un video que me hizo recordar muchas cosas.
El video se llama “la Muerte del bar español y la invasíon del plato cuadrado”, y cuenta con el testimonio de varios dueños de bares en españa y de como se adaptan a los tiempos actuales y como se ven en peligro por los nuevos lugares que todos los dias se abren.

El video me hizo recordar cuando fui a España, año 1985, tenía 14 años.
De las veces en que fuí con mis padres a lugares asi, a desayunar, a comer un bocadillo de jamón, o una tortilla.
De esos lugares llenos de parroquianos, perdidos en el tiempo, llenos de historias del día a día.

Pero estas cosas no solo ocurren en España, aca tambien pasan. Y se me vino a la mente una más o menos actual.
2Mis padres iban siempre a un bolichito en Recoleta, Av del libertador al 900 que se llamaba La barra.
El lugar era simple, no se si tendria 10 mesas, la decoración tambien simple, quedada en el tiempo.
Mesas de doble mantel, blanco y bordo desgastado, sillas duras de madera estilo colegio.
A la gente que iba ahí poco eso le importaba, al dueño menos.
Los mozos eran siempre los mismos, sabian su oficio, conocían a los habitues del lugar.
Sabian que que mis viejos les gustaba tal vino (vasco viejo), apenas los veian entrar ya les bajaban una botella, también sabían lo que les gustaba ordenar. Se acercaban a la mesa, los saludaban, y les decían si el plato del día (que resultaba ser el de siempre) estaba o no bueno.
Si ibas seguido conocías los secretos, como por ejemplo que no podías pedir pastas, pero si el lomo a la pimienta, la colita mechada,  el filete de merluza a la romana, o unas simple fritas a caballo (todo con una fritura impecable).
Los postres no eran el fuerte, salvo que pidieras el panqueque de manzana, pero también sabias que a veces podía tardar mucho, y a veces el mismo mozo te aconsejaba ese día no pedirlo, porque el cocinero estaba muy 3ocupado, o simplemente porque el cocinero no había ido y se estaba haciendo lo que se podía en la cocina. Hasta ese punto llegaba la confianza, y esa confianza era bien agradecida por quienes eran habitues del lugar.
Uno conocia a los que iban, sabias que habia una señora muy mayor que era acompañada por uno de los mozos hasta la casa, y que cuando estaba enferma le llevaban la comida o le hacían las compras, tambien sabias que se fiaba si por algún motivo no te alcanzaba la plata o si ese día no les andaba el posnet de la tarjeta.
Un buen día sin aviso previo cerró, se corrieron mil rumores, se dijo que el dueño había muerto y que los herederos no querian seguir con el negocio. Que un local en Recoleta valía mucho para estar así “desaprovechado”.1
Un comerciante de la zona le conto a mi padre que el dueño estaba cansado, habían sido muchos años, y que sus hijos no queria seguir con la tradición y que estaban viendo de hacer otra cosa, algo que sea mas redituable.
La barra ya lleva casi un año cerrado, la persiana sigue baja, atras quedaron las historias, los amigos que siempre iban a comer una picadita por la tarde, o mis viejos que cuando no querian cocinar, caminaban un par de cuadras para sentirse como en su casa.
La barra es uno de tantos de los que se fueron para no volver.

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